Belafonte Sensacional – Soy Piedra

El título ya hace que el producto sea antojable. Te invita a la soledad, a clavarte con tus diablos y dejar caer la aguja sobre el disco, y tener listo el material, el encendedor, y a volar. Una vorágine de imágenes y experiencias nacen y mueren mientras la aguja -la otra aguja- nos guía…

Desencanto es a lo primero que me huelen los acordes y la voz, a unos pasos arrastrados, a pocas ganas de querer ser empático con el mundo. Aliento de desencanto y entusiasmo al mismo tiempo, como cuando al final de la fiesta revisas tus bolsillos y ves que no te queda un peso, y no quieres arrepentirte, porque bien sabes que lo volverás a hacer. En el lenguaje se siente la presencia de la Ciudad de México, nos topamos con varias de esas frases que ahora mismo vuelan por todo el viento de la ciudad. Es un disco chilango por sus letras, y por los ritmos que se encuentran en un mismo espacio como si fueran transeúntes en un vagón del metro.

Me acuerdo de Dylan, de Rockdrigo, de Piero, -pensé que en algún momento saldría Jaime López a decir que aquí habitaban sus rolas- todos juntos haciendo una misma canción en un espacio imposible llamado Belafonte Sensacional. Hay una rola tierna y de consuelo (No Llores, Cumbias), de esas que pones cuando sientes que sólo una rola te puede salvar de valer verga. Un himno para resanarte y levantarte como todo un campeón. Poseedora de una frase brutal: “Piedra es un corazón que no sabe llorar”. Quien la escribió, sin duda, sabe de la vida.

Un soundtrack para andar por los sitios más rasposos de las periferias de esta hermosa y culera ciudad. Letras muy barriobajeras, que con la entonación parece ser un paseo por uno de los tantos infiernos que nos rodean. La armónica es una delicia, un espacio para dejarse ir, para comerse la otra parte del ácido y bailar como demente. Sentir la euforia y la furia. Canciones, rotas y pegadas, como se intuye al personaje, clavado en medio de ese mar de voces ajenas y propias, pero eso sí, sin dejar de bailar.

A veces me pregunto si no le hace falta resistol a mi vida, para pegarla, para ponerme, para algo. Carajo, ¿cómo hicieron para ponerle música a algo tan universal? Todos hemos visto ese momento en donde la vida ya no tiene reversa, pero nos vale madres y seguimos adelante, cantando, chiflando, bailando slam. Y luego ya uno muy cool andando por las calles, como si la nuestra fuera un alma buena.

Todas las historias se acaban. Y parece que este recorrido se va haciendo reflexiones acerca de si seguir o no con el viaje, aunque haya que seguir pagándole a Elektra.

Adrián Román